
El 3 de julio, Rafa Nadal se quedó a las puertas de su tercer Wimbledon al perder la final contra Novak Djokovic, que se impuso 6-4 6-1 1-6 6-3. Tras coronarse el viernes como nuevo número uno, el serbio concretó su supremacía imponiendo su juego de delineante ante un Nadal sobrepasado. La gran virtud del balear, su capacidad de dar lo mejor en los instantes decisivos, no apareció esta vez. Todo lo contrario, las cuatro finales perdidas este año ante Djokovic le pesaron mentalmente y en esos puntos clave Rafa fue presa de la ansiedad.
En septiembre del año pasado, Nadal ganó el US Open y, con esa última, puso su casillero particular contra Djokovic en cinco finales ganadas por ninguna perdida. Desde entonces, el serbio ha igualado ese marcador a 5 anotándose ante Rafa los títulos de Indian Wells, Miami, Madrid, Roma y Wimbledon. En cuanto el nuevo número uno logró invertir la dinámica perdedora ante Nadal, la venganza ha sido demoledora. Ese vuelco radical se debe a una razón simple: Djokovic lleva 8 meses en estado de gracia.
Le pega con todo de derecha y de revés y siente que nadie puede detenerle, que este es su momento.
Un dato: solo 4 errores no forzados del serbio en los dos primeros sets, que se anotó en tan sólo 1 hora y 14 minutos cediendo solo 5 juegos. Tras el clásico agarrotamiento al verse a las puertas de un sueño, Djokovic volvió a afilar su juego en el cuarto set. De nuevo sus ojos expresaron su tremenda determinación valcánica y de nuevo su prodigioso revés, el golpe que ha marcado su salto cualitativo, decantó la balanza a su favor. Se vio entonces a un Rafa desconocido hasta la fecha: impotente, atenazado por los nervios, capaz de regalar una doble falta y varios errores en el break definitivo y otras dos derechas sencillas en el juego final.
Como hizo el propio manacorí micrófono en mano al concluir el partido, es momento de felicitar a Djokovic. Se merece el número uno y su tercer título del Grand Slam , tras los logrados en Australia en 2009 y el pasado enero. Y también conviene recordar la grandeza de Rafa, que en 13 finales del Grand Slam disputadas con 25 años sólo ha perdido tres: esta y las de 2006 y 2007 ante Federer, todas en Wimbledon. Se abre una nueva etapa en el circuito. El binomio Nadal-Federer se ha visto superado por un nuevo jerarca que llega lanzado. Habrá que ver cómo se recolocan las piezas. El US Open, a finales de verano, empezará a resolver este nuevo baile de emociones.